-¡Aaahh!, por fin- dijo la cara con gusto cuando el ardiente agua de la ducha se tiró a morderla-.
El delicioso vapor subía trepando por la tripa hasta el cuello y se agarraba con fuerza a las orejas, envolviendo todo el cuerpo en el misterio de una niebla caliente, mientras las manos intentaban separar aquel velo, sigilosas, en busca de algún espía inglés o de algún cadáver en el asfalto.
-Tranquila- susurró la mano derecha a la izquierda-, intentaré llegar hasta el jabón sin hacer ruido. No conviene que el grifo se entere de que vamos a comenzar a enjabonar y deje de escupir agua, haciendo que desaparezca la cortina de húmedo vapor que nos protege. No quiero que los azulejos vuelvan a burlarse de las arrugas que se adueñan de nosotras con tanto remojo.
- ¿Y por qué tienes que ser siempre tú la que dirija la operación?- protestó la izquierda-. Estoy harta de tanta prepotencia y autoridad. Somos exactamente iguales. Los mismos dedos, uñas, piel... Tengo el mismo derecho que tú a enjabonar.
-¡Ja!-, contestó la compañera-. No quiero ofenderte querida, pero a pesar de nuestras similitudes yo tengo algo que tú nunca tendrás.
-¿El qué?-.Gritó enfurecida la otra-.
-Adiestramiento querida; adiestramiento y habilidad-, espetó la mano derecha toda ufana-.
- Boba presumida- dijo su hermana, yo también puedo aprender.
-A tu edad…. Dejó caer ofensivamente la otra.
Se entabló entonces una acalorada discusión que sólo remitió cuando las risas de los azulejos comenzaron a llegar hasta ellas.
-¿Ves?-, susurró la mano derecha a la izquierda-, ya lo has conseguido; con tanto alboroto el grifo ha terminado enterándose de nuestras intenciones y ha cerrado la boca para no gastar de más. Ahora no habrá quien aguante a estos tontos del culo que se creen algo porque brillan.
Los azulejos azules que rodeaban la bañera no paraban de reír y burlarse de las arrugas “okupas” que se habían instalado en las manos. Habían conseguido asaltar a las hermanas durante el largo tiempo en que habían permanecido en contacto con el agua caliente.
-Parecen garbanzos viejos -gritaba uno-.
-¡No! -respondía el otro-, callos de ternera sin tomate.
–Ja, ja, ja…..- Coreaban todos alborotados-.
El grifo, -circunspecto y serio como siempre-, comenzó a escupir de nuevo su transparente saliva. Él nunca tomaba parte en el jolgorio o las protestas, sólo escuchaba y hacía su trabajo sin rechistar. La niebla caliente volvió a cubrir poco a poco cada uno de aquellos poros rugosos y tímidos. Los azulejos comenzaron a rezongar al ver como se les terminaba la diversión con aquella cortina de pudor y misterio.
-Ya tuvo que fastidiar la juerga de nuevo el grifo- comentaban-.
- Eres peor que el bigote del vecino de arriba- soltó el azulejo más guasón de todos- siempre tan almidonado y tieso, tan en su sitio; ni el palo de la escoba es tan sieso.
Y volvieron a reír todos mientras desaparecían detrás del húmedo velo.
-Date prisa- apresuró la estufa a la toalla. Absorbe rápido la humedad que llevo mucho tiempo sosteniendo la temperatura y comienzo a cansarme. Recuerda la última vez que estuve tanto tiempo con las resistencias al rojo vivo; me pasé dos semanas en el taller sin poder encenderme; acumulando polvo y soportando todo tipo de golpes y ajustes al lado de un montón de chatarra desconocida.
La toalla seguía con su ritmo sandunguero. –No me estreses- contestó; ya sabes que yo provengo de una excursión al caribe y no estoy acostumbrada a correr innecesariamente. Además, todos los aquí presentes sabemos lo bien que lo pasaste en aquel antro “arregla-cacharros”, ligando con ese nuevo amigo tuyo, ¿cómo se llamaba?, bueno aquel viejo ventilador de antes de la guerra.
-La estufa protestó sonrojándose más si cabe-, -no era viejo, era maduro- y además muy interesante, tenía mucho mundo.
-Mucho mundo, muchas averías, mucho polvo…mucho de todo. Reconoce que me apremias para disimular, estás deseando estropearte de nuevo para volver a aquel tugurio de mala muerte a seguir flirteando con el cachivache ese.- Contestó deslenguada la toalla fucsia-; en el fondo adoras que trabaje a ritmo de jaaazzzzz, pequeña máquina de fabricar caloooorrrr…Y pasó de arrastrar las letras, al hablar, a cantar una canción brasileña, mientras estrujaba al pelo para arrebatarle la mayor cantidad de agua posible.
-Cuidado estúpida- Gritó el pelo- Me estás haciendo daño. Deja de canturrear y concéntrate en lo que haces, que tengo una imagen que mantener y me estás dejando hecho un estropajo de alambre.
La toalla enmudeció avergonzada ante el bocinazo y la protesta. Pero inmediatamente salió en su defensa la lejana voz del peine. No es que la toalla fucsia le cayera especialmente bien, pero odiaba al pelo. Siempre tan presumido, tan por encima de todos, enredándose entre sus sensibles púas y tirando de ellas para desenredarse, y sin ni siquiera apreciar su labor. Si no fuera por él, aquel engreído ramaje capilar jamás pasaría de ser un estropajo de alambre- -Así que no presumas tanto- Se le oyó gritar desde su ubicación encima del lavabo-. Sin mí no eres nadie, palurdo. ¿Te enteras?.
-Bueeeeno chicos, caaaalma- Se oyó mediar a la pastilla de jabón-. No debemos pelearnos ni perder las buenas maneeeeras.
La pastilla de jabón siempre intentaba sosegar los ánimos cuando estos se encendían más de la cuenta. Deseaba que las relaciones entre unos y otros no chirriaran ni fueran ásperas, sino que resbalaran suavemente, como ella; su misión en la vida, solía decir, era limpiar las malas vibraciones ambientales…. CONTINUARÁ...
Sandra.